miércoles, 15 de abril de 2015


Diario de León.


PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO

La Peña del Castro desvela cómo era la vida cotidiana en León hace 2.800 años

El primer castro excavado en la Montaña Oriental revela un cuidado urbanismo y hasta casas de colores. Sus habitantes criaban sobre todo ovejas y caballos en un poblado que terminó arrasado por el fuego

  • Varias rutas senderistas rodean este castro aupado a un farallón de roca natural - RAMIRO
    Varias rutas senderistas rodean este castro aupado a un farallón de roca natural - RAMIRO
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EMILIO GANCEDO | LA ERCINA 15/04/2015
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Es un paisaje digno de cualquier episodio de Juego de tronos: una gran mole caliza que se alza a 1.350 metros de altitud entre taludes de piedra que la van cerrando desde casi todos los ángulos a modo de sucesivas fortificaciones naturales. «El lugar idóneo para establecer un poblado de la Edad del Hierro...», susurra uno de los arquéologos encargados del estudio. Le llaman la Peña del Castro, está en La Ercina y aunque en la zona siempre se contaron historias sobre las gentes que aquí arriba moraban —y atesoraban «calderos de oro»—, jamás había sido excavado. Como ninguno de los numerosos castros que coronan las cimas de la Montaña Oriental leonesa.
Hace pocos días, los expertos Víctor Bejega y Fernando Muñoz depositaban en la Delegación de la Junta la memoria de la última campaña de trabajos desarrollados en un recinto que llegó a contar con cerca de dos hectáreas de extensión. Documentos que atestiguan la enorme riqueza arqueológica y los muchos datos sobre vida cotidiana que han aflorado en las laderas y la cumbre de esta especie de inmensa proa pedregosa alzada sobre las cabeceras del Esla y el Porma.
«El proyecto surgió por iniciativa de los vecinos y del Ayuntamiento de La Ercina, que querían conocer y poner en valor la Peña del Castro como recurso cultural y turístico. A partir de entonces comenzamos a trabajar para hacer realidad la intervención arqueológica en el lugar pero también para dotarla de un contenido mucho más amplio, basado en la llamada ‘arqueología abierta’, de modo que no fuese una mera excavación», explica Víctor Bejega.
Gracias a esa filosofía de trabajo, personas de la comarca y aficionados a la historia participaron, bajo supervisión de los especialistas, en las labores de sondeo y extracción de materiales. Pero además, los dos años de campaña han venido acompañados de una programación de charlas a cargo de expertos, filandones, debates... y hasta de recreaciones de batallas entre romanos y vadinienses.
«Tras un intenso trabajo previo de documentación —indica Bejega—, en 2013 realizamos una primera intervención que constaba de un sondeo de diez por veinte metros en el recinto inferior y otro más reducido en la zona alta. El primero nos permitió documentar la muralla y varias estructuras de la II Edad del Hierro mientras que el segundo presentaba algunos materiales con cronologías más antiguas, en torno al final de la Edad del Bronce e inicios de la I Edad del Hierro».
La segunda campaña, realizada el año pasado, se centró principalmente en la ampliación del sondeo del recinto inferior, y permitió al equipo de Bejega documentar un mayor tramo de muralla y una puerta de acceso, así como una calle y varias estructuras, tanto de vivienda como comunales. «En esta campaña también realizamos otros sondeos que nos permitieron conocer aspectos de los sistemas de fortificación de la ladera norte y del recinto superior del yacimiento», precisa.
Pero, ¿qué rastros del pasado encontraron con la capacidad de hablarnos de la vida diaria de aquellas gentes? «Entre los hallazgos más importantes podemos destacar varios: por un lado, los vinculados al urbanismo, entre los que destacan casas ovales y rectangulares construidas con un zócalo de piedra, paredes de entramado vegetal y barro y cubierta vegetal... pero también una gran construcción de carácter comunal donde los habitantes del castro realizarían reuniones y diferentes actos rituales y simbólicos».
Cada edificio, un color
Esa cabaña comunal fue construida en piedra roja para diferenciarla tanto de la muralla, levantada en caliza blanca, como de las casas erigidas con barro, remarcando aún más su carácter excepcional. «Durante la excavación de 2014 pudimos documentar en uno de los límites del yacimiento, al otro lado de la calle, lo que parece otra gran construcción utilizando arenisca amarilla, de nuevo jugando con los colores como mecanismo de diferenciación», aporta Muñoz, quien hace ver que la piedra roja la traían de una cantera ubicada a unos 800 metros de distancia y la amarilla, a otra situada a kilómetro y medio.
En cuanto al día a día, «son muchos los restos documentados en la Peña del Castro, y gracias a ellos podemos saber que su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, ésta principalmente de ovejas, cabras y vacas, aunque también aparecen huesos de animales de caza y de caballos, algo que resulta muy poco frecuente, para este período, en Galicia y Asturias». «La presencia de molinos y herramientas como legonas o arados evidencian el trabajo agrario —añade—. Y también parece que desarrollan un importante comercio, presente en materiales cerámicos y metálicos cuyos paralelos se encuentran en zonas de meseta».
En cuanto a las armas, estas gentes de hace entre 2.800 y 2.000 años no empleaban espadas pero sí lanzas, «de las que encontramos una punta y varias conteras o regatones (la parte opuesta), además de cuchillos afalcatados, cortos, que irían colgados de tahalís».
En este punto, una pregunta concreta se impone necesariamente. ¿Cómo terminó sus días el castro? Responde Bejega: «Durante la excavación, varios hallazgos comenzaron a sugerir una hipótesis para explicar su final. Existe un colapso durante el cambio de Era, posiblemente asimilable a la ocupación romana del territorio durante las llamadas guerras astur-cántabras y el período inmediatamente posterior. El yacimiento se encontraba sellado por un nivel de carbones y ceniza vinculado a un gran incendio, con los tejados de las casas quemados y caídos al suelo, huesos de animales calcinados en plena calle… La temperatura fue tan elevada que, en la puerta, la caliza de la piedra se convirtió en cal. Sobre los restos de ese incendio jamás se volvió a habitar la terraza inferior del yacimiento, pues sobre las cenizas se encuentran los derrumbes de las estructuras. La muralla, por ejemplo, parece que fue destruida de forma intencionada, ya que presenta algunas huellas en el lienzo exterior que recuerdan a los métodos empleados por el ejército romano para destruir murallas, por ejemplo como los descritos por Julio César en la toma de Marsella. Además, el derrumbe masivo de la estructura apenas presenta restos de tierra, en lo que parece una caída rápida y simultánea de todo el recinto».
Unas evidencias a las que se suma la aparición de tachuelas, posiblemente de las sandalias de los legionarios, así como una esfera de piedra identificada como un proyectil de ballista romana. «Sin embargo, no podemos precisar si esta destrucción y abandono se debe a un asedio y conquista romana o a una acción de ‘tierra quemada’ de los habitantes que, en su huída ante el avance romano, incendiaron el castro», objeta el experto.
Además de ser el primer castro excavado en los valles orientales —con una riqueza que no esperaban los investigadores—, otra novedad de la Peña del Castro reside en su carácter abierto al público, de forma que hoy día resulta perfectamente visitable: se ha colocado un panel explicativo y en breve se instalarán más. También es del todo inusual el presupuesto de las campañas, superior a 60.000 euros, conseguidos gracias al apoyo de ayuntamiento, Junta y la Asociación de Desarrollo de Sabero, Cistierna y La Ercina (Adsacier) con fondos europeos. «Pero nuestra intención es que el proyecto continúe creciendo y que no sólo contemos con financiación pública sino también con aportes privados...».
Una búsqueda alternativa de valor añadido, de turismo y de empleo pero basada en la historia y en la cultura, algo que, a pesar de la ingente diversidad patrimonial leonesa, suele brillar por su ausencia en estas tierras.


Diario de León.

PATRIMONIO

Localizan en la Cabrera el santuario rupestre más alto de la provincia

Ubicado en Manzaneda, a más de 1.400 metros, podría remontarse al siglo V a.C

  • Vista general del castro con su muralla en torno, un enclave situado a 1.416 metros - J. FERNÁNDEZ LOZANO.
    Vista general del castro con su muralla en torno, un enclave situado a 1.416 metros - J. FERNÁNDEZ LOZANO.
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E. GANCEDO | LEÓN 10/04/2015
En febrero de 2008 la aparición de dos extraordinarios conjuntos de petroglifos en el valle del Duerna hizo prender la mecha de una singular ‘caza’ de laberintos y cazoletas en todo el suroeste leonés. Una persecución que propició hallazgos de la más diversa índole —algunos más valiosos y antiguos que otros— y que ahora se ha visto enriquecida con el que probablemente sea el santuario al aire libre más espectacular de todo León. Javier Fernández Lozano, investigador de la Universidad de Salamanca y doctor en Ciencias Geológicas por la Universidad de Utrecht, es el autor de este descubrimiento en torno a un auténtico ‘nido de águilas’ arqueológico aupado a más de 1.400 metros de altitud.
«Se trata del primer santuario rupestre con altar que aparece en la Cabrera. Está situado en Manzaneda y presenta una serie de inscripciones compuestas por cazoletas y surcos que en algunos casos se intersectan —explicó este especialista—. El castro, de época prerromana, esto es, datable entre los siglos V y I a.C., fue identificado con ayuda de fotografías aéreas por los arqueólogos de la Junta de Castilla y León, que centraron su estudio en el estilo de construcción de los paramentos de la muralla».
Fernández Lozano, buen conocedor de la zona y coautor del libro Ruta romana del oro en la Valdería, añade que en el último inventario arqueológico realizado en la zona, «Julio Vidal describe la muralla como un paramento de losa en seco, pero no analiza la parte interna del mismo. Ahora, el estudio que hemos realizado nos ha permitido detallar la presencia de un altar en la parte más elevada del castro. Situado en su zona central, se identifica en él un conjunto rocoso singular caracterizado por una cresta de roca volcánica y una losa de piedra subhorizontal. Esta última presenta varias cazoletas y surcos que bien pudieron servir para la realización de libaciones y otros ritos».
Y así, además de esas marcas hechas por la mano del hombre, el resto de aspectos que permiten identificar el lugar como altar rupestre son, sobre todo, y como dice, «su situación geográfica, con una vista inmejorable a una montaña tan importante para aquellas gentes como es el Teleno; la abundante presencia de manantiales —en época prerromana el agua era un símbolo divino, de paso entre la vida y la muerte—; y el hecho de encontrarnos en una zona de contacto entre dos litologías, la roca volcánica y la pizarra».
Un vídeo de JAVIER FERNÁNDEZ LOZANO
Rasgos que permiten a este leonés, experto en sistemas de información geográfica, asegurar que estamos ante el primer santuario al aire libre identificado en la Cabrera, y de condiciones similares a los existentes en Zamora (Villardiegua de la Ribera) y Ávila (Ulaca). La diferencia con esos castros más meridionales estaría en que los paramentos de muralla de aquéllos se encuentran muy bien definidos, incluso cementados en ocasiones; mientras que los leoneses, de piedra seca, no cuidan tanto el aspecto externo de sus muros. «La explicación habría que buscarla en que son castros más antiguos o en su economía ganadera, de ámbito más reducido». Y es que no son pocas las preguntas planteadas tanto por el castro de Manzaneda como por su recién descubierto santuario. Por ejemplo, avanza Fernández Lozano, «¿qué ocurrió con aquellas gentes, dado que no existen en el lugar indicios de resistencia o combate?». Y, ¿qué tipo de rituales se desarrollaban en el altar? «Probablemente tendrían un sentido ritual o iniciático, y es muy posible que aquí se juntaran gentes de las poblaciones cercanas para esas celebraciones». Leche o sangre de animales —¿incluso humana?— podrían correr entonces, a la vista del dios Teleno, por los surcos del altar.
«En breve volveremos al lugar para efectuar un estudio más exhaustivo», promete Lozano.
miércoles, 30 de julio de 2014

La ayuda vecinal permite localizar una mina de oro romana cerca de Lucillo

«El Teleno consituye el mayor conjunto mundial de minería aurífera», asegura el ingeniero Roberto Matías

  • Paraje de Los Cabuercos. Al fondo, las explotaciones romanas del Duerna. - r.m.




Roberto Matías, ingeniero de minas e investigador especializado en yacimientos auríferos de origen romano, está satisfecho. En primer lugar porque uno de sus grandes sueños, ese por el que llevaba años luchando a brazo partido desde las ópticas del estudio y del activismo frente a las instituciones —la creación de una amplia red senderista entre la Cabrera y las Médulas siguiendo la intrincada red de canales excavada por los romanos— ya es, y desde hace pocas semanas, un hecho. Pero también lo está por un reciente descubrimiento que acaba de protagonizar en Lucillo, población maragata que acoge otra sugestiva huella del mundo antiguo, los dos conjuntos de petroglifos hallados en el año 2008. En este caso se trata de una mina de oro que Matías ha conseguido localizar —y lo recalca— gracias a la colaboración vecinal.
Este experto recuerda que una vez más el entorno del monte Teleno —«donde se ubica el mayor conjunto mundial de minería aurífera romana», como sostiene— ha vuelto a sorprender con el hallazgo de nuevas evidencias de este tipo de actividades extractivas, aunque ahora «ocultas en la espesura de un bosque de roble». «En el paraje de Los Cabuercos y alrededores, entre las localidades de Lucillo y Villalibre —concreta— se esconde una extensa mina de oro romana sobre filones de cuarzo aurífero. Si seguimos las indicaciones de los mapas metalogenéticos encontramos ya algunas referencias a la existencia de labores romanas, aunque calificadas en ellos como ‘irregulares y de poca extensión’».
Sin embargo, y gracias a las valiosas indicaciones que le proporcionaron vecinos de la zona —Roberto Matías nombra en concreto a Miriam de Cabo, de Lucillo, y a Isasy Cadierno, de Molinaferrera—, este ingeniero leonés acaba de localizar «labores romanas que ocupan una extensión de 1,5 por 1,5 kilómetros, una superficie mucho más amplia de lo que era conocido hasta ahora, y que nos habla de un yacimiento aurífero de cierta importancia», tal y como informó a este periódico.
Parajes conocidos con topónimos tan sugerentes como Pozo de la Xanruga, Pozo Yermo y Pozo de María Bernabé, parcialmente llenos de agua la mayor parte del año, «se nos revelan ahora como producto de una intensa actividad de minería aurífera romana que buscó el oro directamente en sus yacimientos primarios, que son los filones de cuarzo con arsenopirita».
«Tras la explotación romana de la zona, que tuvo lugar a principios de nuestra era —prosigue Roberto Matías en su estudio preliminar—, la vegetación lo cubrió todo y el agua inundó las excavaciones más profundas, relegando al olvido esta explotación de oro situada a los pies de la mítica montaña del Teleno».
La última fiebre del oro
Pero no acabó ahí la vida de estas excavaciones. A finales del siglo XIX, y en pleno auge de una ‘fiebre del oro’ que también se dejó sentir en esta zona, como recuerda Matías, hubo un leve intento de explotación subterránea con una galería transversal que apenas alcanzó los tres metros de longitud, «aunque hasta la fecha ha permanecido también en el olvido. Hoy hemos podido reconocer la magnitud de la explotación e incluso encontrar alguna partícula de oro que atestigua la riqueza del yacimiento». Las obras no prosperaron y quedaron bruscamente interrumpidas.
El estudio prosigue indicando que la minería romana en la cuenca del Duerna se caracteriza por la existencia de más de veinte kilómetros ininterrumpidos de labores en la margen derecha del río, entre las localidades de Molinaferrera y Priaranza, así como algunos trabajos de menor extensión en la margen izquierda, como Fucochico, «todos ellos realizados en terrenos de aluvión mediante minería hidráulica; es decir, utilizando el agua procedente de una red de canales y depósitos para extraer el oro de los aluviones auríferos. Este yacimiento primario es sin duda uno de los que proporcionaron el oro que hoy se encuentra en los depósitos rojos de Mioceno», expone Roberto Matías.
En este caso de Los Cabuercos, al tratarse de un yacimiento en roca, «la técnica utilizada resulta mucho más simple —detalla—, y consiste en la molienda fina del cuarzo aurífero para proceder luego a la concentración del oro mediante bateo. Son yacimientos por lo general de mayor riqueza que los aluviales, lo cual compensa su menor tamaño, a la vez que presentan costes de explotación reducidos, ya que apenas requieren infraestructuras para su beneficio, salvo cuando se utiliza la minería subterránea, de la cual tenemos también notables ejemplos en la provincia de León, como es el caso del complejo minero romano de Llamas de Cabrera».
En su parte más técnica, el estudio asevera que los restos principales son fácilmente identificables en el paraje de Los Cabuercos, «puesto que actualmente se pueden apreciar todavía numerosas zanjas y varias zonas de laguna de profundidad desconocida al encontrarse en todos los casos muy colmatadas». «La mineralización, mayoritariamente compuesta por arsenopirita, se presenta tanto en los filones de cuarzo como en las rocas encajantes», continúa el texto.
Y en la referencia al mapa metalogenético, del año 1993, Roberto Matías observa que en este documento se describen los restos como similares a los del área Prada-Andiñuela, aunque hace las siguientes puntualizaciones: «Suelen ser filones subparalelos a la estratificación y a los ejes de los pliegues, aunque hay otros transversales de dirección Norte-Sur. El primero se reduce a pequeñas zanjas abiertas a primeros de siglo, mientras que en el segundo hay labores bastante abundantes, pero muy irregulares».
Críticas al campo de tiro
Roberto Matías presentará este hallazgo a finales del próximo mes de septiembre en el XV Congreso Internacional sobre Patrimonio Geológico y Minero que se celebrará en la localidad cacereña de Logrosán junto con otro estudio de su autoría «que hace referencia a un nuevo modelo de formación de los yacimientos de oro primarios de la cumbre del Teleno, el cual he obtenido gracias al seguimiento de la minería de oro romana».
Este ingeniero e investigador leonés no duda en declarar a todo el área del Teleno como un «área arqueológica de importancia mundial» y alaba iniciativas como la señalización de una pequeña ruta en torno a restos de las cercanías de Filiel y otras acciones de divulgación que está comenzando a desarrollar el ayuntamiento de Lucillo. «La clave es señalizar y divulgar, pero ante todo proteger», asegura, y pide «una protección integral» del monte totémico para astures, romanos y los pueblos del entorno desde hace milenios, lo cual conlleva, inevitablemente, «el desmantelamiento del campo de tiro del Teleno». «Hay que abrirlo a la investigación, primero; y a la difusión después», y eso es algo «que depende de las administraciones, es una decisión política. Los campos de tiro son lugares completamente obsoletos», asegura. En todo caso, dice, descubrimientos como el de Lucillo no hacen sino «aumentar y complementar el extraordinario patrimonio histórico del Teleno... pero para el que ahora sólo hay pinos y bombas».


Fuente: http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/ayuda-vecinal-permite-localizar-mina-oro-romana-cerca-lucillo_909088.html
jueves, 10 de octubre de 2013

Municipio Leonés del Mes - Octubre 2013

 

LUCILLO (Maragatería)


Panorámica de Filiel

Ubicado en la Maragatería, el municipio de Lucillo está formado por las localidades de Boisán, Busnadiego, Chana de Somoza, Filieil, Lucillo, Molinaferrera, Piedras Albas y Pobladura de la Sierra. Este municipio remonta su poblamiento humano a hace unos 5.000 años, fecha de la que datan un conjunto de petroglifos aparecidos en el mismo. Posteriormente, tras la caída de los ástures en territorio jonito los romanos constituyeron una serie de canales para la explotación del oro de sus montañas. En Boisán existen restos de un castro enlazado a esta explotación minera, mientras que en Pobladura de la Sierra se estuvo explotando hasta finales del siglo XVI una mina de plata. Tras la caída del Imperio Romano estuvieron en esta zona los suevos y, tras la conquista del Reino Suevo por los visigodos, fueron reemplazados por éstos. En la Reconquista el territorio jonito pasó a manos del Reino de León, dependiendo del mismo desde el siglo IX. Boisán viene registrado ya en el año 908, datándose ya la existencia de Lucillo en el siglo X así como la de Chana y Filiel a principios del XI. En el siglo XIX llegó a formar parte de la Provincia de Villafranca del Bierzo, pasando en 1823 tras disolverse ésta a la provincia de León, dentro de la Región Leonesa.
Petroglifo a las faldas del Teleno

 

En cuanto a patrimonio histórico-artístico cabe destacar en Boisán la arquitectura tradicional de sus viviendas, la iglesia de San Juan y el castro de las Torrecillas, así como la Corona de Boisán y el Canalón. En Busnadiego hay que señalar la iglesia de la Encarnación y la arquitectura tradicional, del mismo modo que en Chana de Somoza sobresale el retablo de la iglesia de Santiago Apóstol, del siglo XVII, obra de Lucas Gutiérrez, así como el castro de la Magdalena. En Filiel hay que destacar la iglesia de Ntra. Sra. de las Candelas, del s. XVII, la ermita de San Antonio de Padua, los restos del antiguo poblamiento de La Corona o la fuente de la localidad que posee un petroglifo de en torno a 5.000 años de antigüedad.
Panorámica de Chana de Somoza

Por su parte, en Lucillo, hay que señalar la iglesia de San Martín y la ermita de San Mamed así como la arquitectura tradicional a lo que habría que sumar los restos de la explotación minera romana que hay en la zona de Val de los Carros y en las Cabuereas. Asimismo en Molinaferrera hay que destacar la iglesia de San Julián y Santa Basilea, un reloj de sol de 1689 y la ermita del Cristo en que sobresale El Calvario que se halla en su interior, de estilo gótico. Del mismo modo los canales de arrastre de las minas romanas, a los que habría que sumar la arquitectura tradicional otorgan un gran interés a esta localidad. En Piedras Albas, por su parte, habría que señalar la iglesia de San Vicente y la fuente. Finalmente, en Pobladura de la Sierra habría que destacar la iglesia de San Martín, la ermita de las Nieves, la arquitectura tradicional y un molino rastrero.

Iglesia de Boisán con la Sierra del Teleno al fondo

El patrimonio natural es uno de los puntos fuertes de este municipio, en el cual nace el río Duerna, en torno a la cuenca del cual se sitúan las localidades del municipio. En su término se sitúa el monte Teleno, de 2.188 metros, uno de los más altos del Reino de León y que forma la Sierra del Teleno, en cuya falda norte está situado Lucillo, que está separado de El Bierzo por los Montes de León. Este entorno montañoso le otorga una impresionante belleza natural al municipio de Lucillo, de la cual la cascada del Fervón del Diablo, en Filiel, es una buena muestra.

FIESTAS

En el municipio de Lucillo cada localidad posee su propias fiestas patronales. Así, Boisán celebra dos, San Juan el 24-25 de junio, y San Blas el 4 de febrero. Busnadiego, por su parte, celebra la Encarnación el 25 de marzo, aunque tambiés homenajea a San Juan en junio. Chana de Somoza realiza sus fiestas en San Pedro, el 29 de junio, así como santiago el 25 de julio. Filiel celebra las Candelas el 2 de febrero y San Antonio el 13 de junio. Lucillo de Somoza, la capital del municipio, presta homenaje a San Mamed a mediados de agosto, celebrando también el Corpus Christi y San Martín de Tours el 11 de noviembre. Por su parte, Molinaferrera festeja San Julián el 7 de enero, la Sacramental el Jueves de Corpus y el Cristo de la Vera Cruz el 14 de setiembre. Piedras Albas celebra San Vicente el 22 de enero y Santa Isabel el 2 de julio. finalmente, Pobladura de la Sierra celebra San Antonio el 13 de junio así como las Nieves el 5 de agosto.


CÓMO LLEGAR

Para llegar a Lucillo se puede hacer del siguiente modo:
-Desde Astorga/Ponferrada. Tomando la LE-142 (Ctra de Molinaseca o de Castrillo) hasta llegar a Santa Colomba de Somoza, donde habremos de tomar la carretera de Lucillo. Para ver el itinerario más detallado para Ponferrada pincha aquí. Para Astorga pica aquí. Lucillo se sitúa a 50 kms de Ponferrada y a 25 kms de Astorga.
-Desde Benavente/Zamora/Salamanca. Cogiendo desde Benavente la A-6/N-6 (Autovía de La Coruña) hasta Astorga, y cogiendo allí la LE-142 (Ctra de Molinaseca o de Castrillo) hasta llegar a Santa Colomba de Somoza, donde habremos de tomar la carretera de Lucillo. Puedes ver el itinerario pinchando aquí. Lucillo está a 90 kms de Benavente.
-Desde León. Cogiendo la carretera de Astorga (N-120/AP-71) hasta Astorga y cogiendo allí la LE-142 (Ctra de Molinaseca o de Castrillo) hasta llegar a Santa Colomba de Somoza, donde habremos de tomar la carretera de Lucillo. Puedes ver el itinerario pinchando aquí. Lucillo está a 75 kms de León.



Fuente: http://www.turismoreinodeleon.com/municipio-del-mes/
viernes, 14 de junio de 2013


LAS CALZADAS ROMANAS


La construcción de las calzadas por parte de los romanos obedecía más a motivos estratégicos y militares que a meros intereses económicos.  Las calzadas permitían el rápido movimiento y traslado de las tropas romanas de una a otra parte de su imperio; sólo secundariamente esas mismas calzadas facilitaron el transporte de mercancías, si bien la mayor parte del transporte de mercancías se realizaba por vía marítima, dada su rapidez, en las naves onerariae, la naves de carga de hasta 200 toneladas que abastecieron a todo un imperio durante siglos.
Las calzadas se realizaron sobre caminos ya existentes, sobre senderos y caminos de tierra, pero exigen un gran trabajo de drenaje, excavación, aplanamiento, etc., hasta su aspecto final con empedrado.  Las calzadas quedaban sólidamente dispuestas al asentarse sobre una capa inicial de grava, otra de cemento y finalmente con las grandes losas colocadas en grandes bloques.  En latín el término capa, pavimento y calzada es el mismo: strata, de donde deriva en castellano el término estrato, pero en el terreno de las vías tenemos el término italiano para carretera y autopista, strada y autostrada, el término inglés y el término alemán para calle, street y Strasse, respectivamente.  El principio de construcción era buscar en la medida de lo posible la línea recta, hasta tal punto que en ocasiones recurrieron a complejas obras de ingeniería para salvar los obstáculos naturales: puentes, galerías en la roca o cortar la roca en los pasos de montaña.
Sección de una calzada de acuerdo con la descripción de Vitruvio, según HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

En un principio su construcción consistía en la colocación de grandes bloques de piedras o losas que por su peso se mantenían fijas.  Sin embargo, el sistema se perfeccionó y Vitruvio nos informa de su construcción. Para su construcción se definía el trazado y se marcaban dos surcos paralelos separados 2,5 metros; se excavaba el espacio entre los surcos y se llenaba el hueco con cuatro capas de distintos materiales, siendo el último de ellos el pavimento; las capas eran primero el statumen –grandes cantos rodados-, luego el rudus –cantos rodados de tamaño medio-, el nucleus –grava mezclada con pequeños cantos rodados- y por último el pavimentum o summa crusta –grandes losas planas-.  En su conjunto la calzada tenía un metro de profundidad y su durabilidad y fuerza residía en sus cimientos, en su primera capa.  No obstante, cada zona requería una mayor o menor capa de statumen: apenas usados en África, menos aún en pasos montañosos, sin embargo eran muy necesarios en el resto de Europa; además, debían ser más grueso donde más tráfico había para no ser destruida.  En ocasiones, según el terreno, se colocaban en los laterales troncos para sujetar la estructura de la calzada; así ocurría en las zonas pantanosas, por ejemplo, en Britania.

Sección de un tramo de calzada romana en Rochester (Reino Unido) con superposición de calzadas más modernas, según HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

Por otro lado, para evitar la acumulación de agua en la calzada, lo cual podría suponer su hundimiento, los romanos las construían abombadas, es decir, ladeadas para que el agua de lluvia se evacuase hacia el exterior y no se quedase estancada en la superficie del centro; a los dos lados de la calzada se excavaba una pequeña zanja –fossa-, como las actuales cunetas, a dos o tres metros de distancia sin vegetación para acumular esta agua de lluvia.  Por esta misma razón, los romanos construían sus calzadas normalmente sobre un terraplén –agger- de un metro de altura o incluso más para la eliminación del agua y para una mejor visión de la zona por parte del ejército cuando las atravesaba.
Construcción de una calzada romana, dibujo  procedente de HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

El pavimentum debía ser duro y uniforme, lo cual dependía en muchas ocasiones de la piedra utilizada; en algunas calzadas las losas del pavimento estaban pulidas y eran colocadas sobre un nucleus de arena o arena y cal; estas losas solían tener forma piramidal y la punta se hundía en el nucleus obteniendo así un mayor agarre; estas losas necesitaban dos hombres para ser movidas; no obstante, su forma poligonal obligaba a hacer auténticos rompecabezas para encajarlas y dejarlas niveladas.  En otras ocasiones, la calzada tenía su pavimento de grava que se apisonaba con grandes troncos o grandes bloques de piedra, logrando así una superficie compacta y uniforme.
Las vías romanas solían tener 4 metros de ancho, aunque sabemos que en momentos puntuales podían llegar a tener hasta más de 6 metros y, de manera general, en los accesos a Roma las calzadas tenían 12 metros de ancho con un tercio de esta superficie dedicada a aceras.

 Miliario de Sora, encontrado en los montes de Sora, cerca de Castejón de Valdejasa (Zaragoza), en la calzada romana que comunicaba Caesar Augusta (Zaragoza) con Pompaelo (Pamplona) en la milla XXVI o XXVII del recorrido (38 kms. desde Zaragoza); esta calzada fue trazada por el emperador Augusto con sus legiones VI Victrix y X Gemina para asegurar una rápida comunicación con el valle del Ebro y Cantabria. El miliario está datado en el año 32 d. C:, lo que demuestra la intervención del emperador Tiberio en la calzada.  El texto dice:  TIBERIUS CAESAR DIV(I) AUG(USTI) F(ILIUS), DIV(I) IULI N(EPOS), AUGUSTUS, PONTIFEX MAXIMUS, CO(N)S(UL) V, IMPERATOR VIII, TRIBUNICIA POTESTAS XXXIV, MILIA XXVI- (TRADUCCIÓN: "Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto, nieto del divino Julio, Pontífice Máximo, Cónsul por quinta vez, Emperador por octava vez, habiendo obtenido la Potestad Tribunicia por trigésimo cuarta vez,  milla XXVI(I)"). 
Museo Provincial de Zaragoza. 
(Foto: Roberto Lérida Lafarga 03/01/2008)

Las calzadas romanas reciben en latín el nombre de viae, asignándoles a cada una de ellas el nombre del magistrado que propuso o se encargó de su construcción, normalmente un censor.  Así, la primera calzada romana construida fue la vía Appia, mandada construir por el censor Apio Claudio el Ciego en el año 312 a. C., comunicando Roma con Capua, al sur de Roma.
Lógicamente, la red inicial de carreteras comunicaba Roma con el resto de la península Itálica; después se construyeron dos vías para salir de dicha península, una hacia el oeste, hacia la Galia e Hispania, y otra hacia el este, hacia Grecia y Asia Menor.  Las vías romanas de Italia tenían casi todas como punto de partida Roma, salvo las via Aemilia y Postumia; estas vías eran:

Red de calzadas romanas en Italia y las vías hacia Galia e Hispania y hacia Grecia y Asia Menor, según HACQUARD, Georges: Guía de la Roma Antigua, Madrid, 2003

Via Salaria
Por la región de la Sabina y hasta el mar Adriático en Truentum; es la ruta de la sal porque comunicaba Roma y la región de los sabinos con unas importantes salinas, de ahí su nombre
Via Latina
Hacia Italia del sur hasta Capua
Via Apia (312 a. C.)También hacia Italia del sur; primero hasta Capua, después hasta Brindisium (hoy Brindisi) (495 kms.)
Via ClodiaHasta el mar Tirreno en el cabo Corso, frente a Córcega
Via Aurelia (241 a. C.)Por la costa del Tirreno hasta la Liguria, hasta Génova (220 kms.)
Via CassiaHasta la Etruria hasta cerca de la actual Florencia
Via ValeriaPor Italia central, por Tibur (hoy Tívoli) y Corfinium, hasta el mar Adriático en Aternum
Via Flaminia (220 a. C.)Por la región de Umbria hasta Ariminum (hoy Rímini) (314 kms.)
Via PostumiaDe Génova a Aquilea
Via Aemilia (187 a. C.)De Ariminum a Placentia (hoy Piacenza) (249 kms.)
Via AnniaDesde Capua hasta Regio en el estrecho de Mesina
Via ValeriaEn Sicilia, desde Mesina hasta Palermo

En el siglo II a. C. se construyó la vía que comunicaba Dyrrachium (Durazzo, en la actual Albania) con Bizancio (actual Estambul), llamada via Egnatia, y en 121 se comenzó a construir la vía que comunicaba Italia con Hispania a través de la Galia Narbonense, la via Domitia.

Hodómetro, según HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990

Tras las conquistas de Julio César y ya con la época imperial la red viaria romana se extendió por todo los territorios conquistados; los emperadores desarrollaron esta red provincial estableciendo una magistratura especial para las calzadas, los curatores viarum, “cuidadores de los caminos”; el propio emperador era el encargado de nombrar a estos curatores que adjudicaban los trabajos a empresas –cuando no los realizaban las legiones- y se les pagaba del tesoro imperial, a través del fisco y de los impuestos; anteriormente, las vías se financiaban a expensas del erario público republicano.
El gasto de realización y mantenimiento de una vía era tremendo; sabemos que en el año 82 a. C. reparar un tramo de la vía que atravesaba los Alpes costó más de 150.000 sestercios, cuando por entonces un obrero cobraba 3 sestercios al año.
Jurídica y administrativamente las vías romanas se dividían en privadas –viae privatae-, militares –viae militares- y públicas, que podían ser principales –viae publicae- y secundarias –viae vecinales-.
Algunos estudiosos llaman a esta red viaria “la piovra” en italiano, es decir, “el pulpo”.  Las principales redes provinciales fueron las siguientes:

Galia
Obra de Agripa (39-38 a. C.) bajo el mando de Augusto; la via Claudia-Julia-Augusta cruza los Alpes por la actual Brenner
Hispania
Obra de Augusto, Trajano, Adriano y Caracalla
Britania
Obra de Adriano, tiene como centro Londinium (hoy Londres)
Ilirio, Dalmacia, etc.
Básicamente obra de Trajano
Africa
Obra de Tiberio y Adriano
Asia
Es la red menos cuidada con empedrado discontinuo; no por ello deja de ser importante

Se ha calculado que la red viaria romana llegó a unos 90.000 kilómetros de vías.  Tal amplitud hizo que en muchas ocasiones las calzadas secundarias y las calzadas de zonas remotas de las provincias fueran pobre y prontamente descuidadas.
El aumento del tráfico de mercancías, de correo, de tropas, etc., y las condiciones de las propias vías hizo que se regulara la velocidad y la carga de materias que por ellas transitaban.  Así los vehículos ligeros, para el correo, podían llevar entre 65 y 100 kgs. de carga; los vehículos de transporte de viajeros entre 200 y 330 kgs. y los vehículos de transporte pesado un máximo de 500 kgs.; por su parte, la velocidad media era de 30 kms. por día para las mercancías; las empresas privadas de correos no podían pasar de 60 kms. por día y el correo imperial –cursus publicus- podía alcanzar los 150 kms. al día e incluso más, pero circulando las 24 horas del día, con el sistema llamado de postas o relevos de caballos e incluso de mensajero.
No obstante, L. A. Hamey y J. A.Hamey nos ofrecen un cuadro con distancias y tiempos de viajes documentados en la Antigüedad.

Fecha del viaje
Duración y detalles del mismo
4 d. C.
Mensajero especial de Licia (Asia Menor) a Roma: 3.100 kms. en 36 días.
31 d. C.
Correo imperial de Roma a Antioquia (Asia Menor) por mar con mal tiempo: 2.500 kms. en 3 meses.
43 d. C.
El emperador Claudio, de camino a Britania, de Massilia (actual Marsella) a Bononia (actual Boulogne-sur-Mer, en Bélgica): 870 kms en 10 días.
68 d. C.
Mensajero especial de Roma a Clunia (Coruña del Conde-Peñalba de Casto, en Burgos): unos 2.000 kms. en 6 días y medio.
68 d. C.
Correo imperial de Roma a Alejandría (Egipto) por mar: 2.000 kms. en 28 días o menos.
69 d. C.
Mensajero especial de Mogontia (actual Mainz, en Alemania) a Durocortorum (hoy Reims, en Francia) y luego a Roma: más de 2.100 kms. en unos 9 días.
193 d. C.
Correo imperial de Roma a Alejandría (Egipto) por tierra: 3.500 kms. en 63 o 64 días.
238 d. C.
Correo imperial de Aquilea (cerca de Trieste, frontera de Italia y Esolovenia) a Roma: 750 kms. en 3 o 4 días.

Calzada romana entre Caesar Augusta y Pompaelo en el término de Castejón de Valdejasa (Zaragoza); en la foto pueden observarse las rodadas que los carruajes dejaron sobre la vía, convirtiéndose finalmente en auténticos surcos.  (Foto: Roberto Lérida Lafarga 10/11/2008)
Click aquí para ver cómo llegar a esta calzada.

Es por ello que a lo largo de las vías había establecimientos de parada para avituallarse, para pasar la noche y para la posta de los correos, donde se podía descansar, cambiar de animales de carga, comer, etc.
Quizá el gran inconveniente de estas calzadas era que no resultaban aptas para caballos y bestias de carga sin herraduras por el firme y la dureza.  La circulación por estas vías era bastante pesada, sobre todo si no se hacía a lomos de algún caballo, mula, asno o burro.  Para el transporte de personas se usaban carros de dos o cuatro ruedas: el cisium, una especie de calesa para viajes cortos muy ligera porque no solía llevar carga, el essedium, un carro más sólido, pero rápido, basado en los carros de combate galos, y el carpentum, una carroza de lujo, cómoda y elegante.  El petorritum y la raeda eran carros de cuatro ruedas más robustos para viajes más largos, pero usados tanto para el transporte de personas como el de mercancías.  El pilentum era como el carpentum, pero de cuatro ruedas; en un principio lo usaban las sacerdotisas y las matronas, pero posteriormente se generalizó su uso; también de lujo y de cuatro ruedas era la carruca, con fina decoración y bastante rapidez, lo que hacía de ella un vehículo de lujo.  Para las mercancías se usaba el plaustrum, carreta de dos ruedas con ruedas de una pieza sin radios y tirado por bueyes, asnos o mulas, o el serracum, más sólido y robusto al tener las ruedas más pequeñas, ideal para el transporte de mercancías muy pesadas, de cuatro ruedas; para el transporte militar se usaba el carrus, de origen celta, mientras que para los enfermos se usaba la arcera, una especie de carro-litera.
La red de calzadas romanas todavía sigue vigente, pues allá donde los romanos construyeron calzadas, hoy en día hay carreteras y vías férreas, cuando no sobre la vieja calzada romana, sí es seguro que paralelas y a poca distancia.
En zonas desérticas, como Siria, Libia, etc., los romanos no sólo hicieron carreteras con losas de basalto, sino que además dejaron expeditos caminos por el desierto para facilitar el tránsito de caravanas de camellos, limpiando los primitivos senderos y caminos, dejando así unas pistas de tierra sin apenas piedras ni obstáculos.
La creación de las calzadas trajo consigo la proliferación de un fenómeno que se enquistó durante el imperio y, sobre todo, tras su desaparición: los bandidos y asaltadores de camino, que veían en estas vías un lugar donde encontrar botín seguro.

FUENTES:
- AA. VV.: Atlas ilustrado de la Antigua Roma: de los orígenes a la caída del imperio, Madrid, 2002
- CARCOPINO, Jerôme: La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio, Madrid, 1993
- GABUCCI, Ada: Roma, Barcelona, 2006
- HACQUARD, Georges: Guía de la Roma Antigua, Madrid, 2003
- HAMEY, L. A. y HAMEY, J. A.: Los ingenieros romanos, Madrid, 1990
- PAOLI, Ugo Enrico: URBS.  La vida en la Roma Antigua, Barcelona, 1990





domingo, 20 de enero de 2013



SUBIDA CON NIEVE AL TELENO
  El día amanece despejado, nos espera una subida al Teleno soleado y cubierto de nieve, según íbamos subiendo el viento hace presencia, al ir ascendiendo las rachas del viento eran cada vez más fuertes, algunos compañeros desistieron de seguir y se pusieron al resguardo en unas rocas, nosotros decidimos  continuar, el viento y las venticas en el alto eran impresionantes, (supongo que el peso de las mochilas, nos ayudó a mantenernos en pie), disfrutamos de lo lindo del espectáculo y haciendo fotos. Tened cuidado!!

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